Jorge Amaya
especialista en Desarrollo Local y Territorial
Entre lo local y lo global del desarrollo territorial
Hace unos días, recibía un cariñoso mensaje en las redes sociales desde Berlín por parte de mi amigo sirio, Basem, dado un mensaje previo que yo había escrito sobre la celebración del Ramadán. Coincidentemente, en ese preciso momento, observaba por televisión la calamitosa diáspora que padecían miles de sirios a las puertas de la frontera con Turquía y otros con mayor suerte ya estaban en tierras griegas, como es el caso de Mariem, (refugiada siria en la isla de Koz), que comentó al corresponsal del periódico El País lo siguiente: “La vida se ha vuelto irrespirable: sin luz, ni agua, con gente comiendo hierba u hojas de los árboles, porque no tienen más… En Siria no vivía, sólo era una zombi”.
Al otro lado del Atlántico, ese mismo día, conversaba con Sergio, un gran amigo, sobre su triste decisión de emigrar de El Salvador hacia otro país, por recurrentes amenazas de extorsión por parte de las pandillas y el peligro que esto representaba para su seguridad y la de su familia. Sergio dirige un proyecto de desarrollo territorial en El Salvador, ubicado en la capital, San Salvador, el cual busca favorecer el acceso a la educación universitaria, como un medio para potenciar el desarrollo de municipios en extrema pobreza, a través del fortalecimiento de las capacidades de jóvenes líderes comunitarios. En ese momento, sólo pensé en la pérdida valiosa que tendría El Salvador, el proyecto de desarrollo que coordinaba y, sobre todo, en el forzoso exilio de la familia de Sergio.
«El crear este territorio de lo cotidiano implica fortalecer, desde lo local, las capacidades de los gobiernos, para garantizar las condiciones de acceso a tener una vida de proximidad digna y potenciadora de las capacidades de las personas»
Esta imbricación de hechos globales con impactos locales es en donde subyace la importancia del desarrollo humano desde la proximidad, ya que es lo local donde, al final de cuentas, desplegamos nuestra identidad y potencial cultural. Ese territorio de lo cotidiano que Bossier plantea al decir que “es el espacio donde, allí se vive, se forma familia, se trabaja, se educa, se recrea y, generalmente, se termina por ser enterrado”. El crear este territorio de lo cotidiano implica fortalecer, desde lo local, las capacidades de los gobiernos, para garantizar las condiciones de acceso a tener una vida de proximidad digna y potenciadora de las capacidades de las personas. Esto debe darse sobre un contexto local que promueva la participación democrática de los ciudadanos en la construcción del territorio que desean configurar desde una visión auto referenciada de bienestar, que ya Mariam, en su desgarrador relato, nos lo describía.
«Esta disfuncionalidad puede evidenciarse en los rostros de miles de inmigrantes que arriesgan o, en el peor de los casos, pierden sus vidas, tratando de huir de la violencia o la falta de futuro en sus pueblos»
Desde lo global, la construcción del desarrollo territorial de proximidad implica establecer una clara y decidida estabilidad mundial, que parta por entender los impactos locales que generan los conflictos armados, el debilitamiento de la institucionalidad estatal de los países empobrecidos, la responsabilidad global de las inversiones trasnacionales en países de alta significancia ecológica, así como el impacto de estas inversiones en el medio ambiente. Estos son sólo algunos factores que hacen que las disfunciones territoriales de proximidad se vayan convirtiendo en expresiones de disfuncionalidad mundial. Y esta disfuncionalidad puede evidenciarse en aquellos rostros de miles de sirios y afganos tocando fronteras vecinas, para salvar su seguridad y la de sus familias, o en los rostros de miles de inmigrantes que arriesgan o, en el peor de los casos, pierden sus vidas tratando de huir de la violencia o la falta de futuro en sus pueblos, aquellos que se ven forzados a dejar atrás a su familia, su trabajo y su terruño, todos ellos los que tan sólo buscan acceder a un derecho que le fue arrebatado, el de crear o más bien recrear su espacio de lo cotidiano.
«Hoy, cada vez más, esta disfuncionalidad entre lo global y lo local difumina las fronteras territoriales de lo que se consideraba norte y lo que se consideraba sur»
Hoy, cada vez más, esta disfuncionalidad entre lo global y lo local difumina las fronteras territoriales de lo que se consideraba norte y lo que se consideraba sur. El riesgo en la sociedad, como lo plantea Ulrich Beck, se democratiza, habiendo regiones y sociedades del norte que cada vez más se aproximan a problemáticas cotidianas de subdesarrollo que existen en el sur. La precariedad, la emigración, la violencia y el desarraigo del territorio es cada vez más moneda de cuño y uso de varios países considerados como “desarrollados”. Es, precisamente, en esta era del riesgo global en donde lo local debe ser la trinchera que permita accionar esas fuerzas de cooperación y transformación de un espacio territorial más humano. Al fin y al cabo, la parte territorial es lo de menos, la parte humana lo es todo.