Lorena Villanueva

«Siga nomás»

 

Decidí emigrar a Ecuador, en Diciembre de 2014. Cuando la mayoría de emigrantes españoles volvían a casa por Navidad, yo le decía adiós desde el avión. Todavía, a día de hoy, intento consolidar los motivos que me trajeron hasta este país y tratar de crear nuevos. Lo cierto es que en Quito me esperaba mi pareja, un “posible” trabajo como docente de Universidad y una Latinoamérica que rompería con casi todos los estereotipos imaginados hasta el momento. Toda la información que tenía de Latinoamérica venía de los libros, la música, los medios, pero, sin duda, la que valoraba por encima de las anteriores fuentes era la información que compartía con personas latinoamericanas con los que tuve la suerte de compartir en España. El programa de radio Frontera Abierta, al que dediqué 5 años de trabajo, consiguió acercarme un poco más a la cultura latina. De Ecuador pude imaginar sus olores, sus sabores, su música, pero siempre, entre los micrófonos.

«¿Cómo valorar tu país, tu vida, tu cultura, si no levantas nunca la mirada de tu ombligo? ¿Cómo enriquecerse la diversidad, con lo diferente?»

Ahora que vivo en Quito es cuando realmente dispongo de información de primera mano. Una información diferente a la imaginada, y que sólo se tiene cuando se viaja, cuando se vive. Desde la costa valenciana imaginé una Latinoamérica muy viva, de muchos colores y sabores, de atmósfera cálida, de cercanía y contrastes. Y de Ecuador… apenas disponía de información suficiente como para recrear en mente “mi propio Ecuador”. Y no fui consciente de esto hasta que comencé a recibir llamadas desde allí. Es entonces cuando empecé a interesarme más por el país. Recuerdo haber leído un artículo en el que se presentaba un ranking de los mejores países para emigrar, y en el primer puesto estaba Ecuador. Y ahora que vivo aquí, entiendo por qué ocupaba tal puesto.

Cuando llegué a Quito, me recibió con una gran sorpresa: terribles dolores de cabeza, mareos repentinos y falta de oxígeno. Ignorante de mí, pensaba que algo grave me estaba pasando hasta que un día de insoportables mareos fui a buscar a mi casero y le dije: “Eddie, ¿tienes azúcar?, creo que tengo la tensión muy baja”. Él me contestó: “Tú lo que tienes es mal de altura”. “¿Mal de qué?”, respondí yo.  Y así es como me enteré, a los 28 años, de que existía el mal de altura. No fue así como imaginaba mi llegada a esta ciudad. Incluso los días y semanas posteriores se hacían cuesta arriba por el recién descubierto mal. Pero, día a día, mi cuerpo y mi mente iban asimilando este nuevo cambio. ¡Y qué cambio! El ruido del tráfico, de las incesables alarmas, la polución, la conducción agresiva de los taxis… todo eso no entraba dentro de mis expectativas. No sé por qué, ni en qué momento, imaginé a Quito como una pequeña ciudad que se podía recorrer en bici o andando, una ciudad segura para caminar sola a cualquier hora y con edificios de tres o cuatro plantas. La ignorancia me volvió a golpear. Pero, ¿cómo valorar tu país, tu vida, tu cultura, si no levantas nunca la mirada de tu ombligo? ¿Cómo enriquecerse con la diversidad, con lo diferente?

«No sólo tuvimos el handicap del tiempo para ejercer nuestro derecho al voto, sino también sufrimos gran parte de desinformación sobre los plazos y documentos exigidos»

Lo que antes veía como enormes muros que cerraban mi camino, ahora son piedrecitas que no sólo intento esquivar, sino que las aparto para que no me molesten más. Y esto sólo es posible disponiendo de unos buenos ingredientes: muchas ganas de avanzar, dejar de lado las comparaciones y disfrutar de una rica y enorme papaya en un auténtico mercado quiteño. Lo que no puedo ni voy a dejar de lado es a mi España querida. Desde la distancia, y siempre que me lo permitan, voy a seguir luchando por el cambio en el que aún creemos muchos de los que nos hemos ido de nuestro país. Todavía sigo preguntándome si mi voto de las elecciones del 24 de Mayo llegó a su destino. Fui de las afortunadas que consiguió votar, eso sí, por los pelos. La fecha máxima de la que disponía para enviar mis papeletas era el 20 de Mayo y éstas llegaron a casa el 19 por la noche. No sólo tuvimos el handicap del tiempo para ejercer nuestro derecho al voto, sino también sufrimos gran parte de desinformación sobre los plazos y documentos exigidos. Y hablo en plural, porque fuimos varios los españoles que nos juntamos para compartir información y poder así ganar el pulso a la “burrocracia”. Este agosto regresaré a España de vacaciones para poder ver a mi familia y amigos. Es un tema que ha pasado desapercibido entre estas líneas, pero es el que realmente dificulta la adaptación y asimilación de vivir a miles de kilómetros. A día de hoy, sólo pienso en disfrutar de la oportunidad que me está dando Ecuador y no me planteo regresar a España, al menos a corto plazo. Hay una frase ecuatoriana que escucho cada día en boca de mis alumnos y compañeros de trabajo e incluso de personas desconocidas con las que me cruzo por la calle, que describe bastante bien mi actitud mental y emocional frente a mi actual experiencia de vida: “Siga nomás”, me dirían, “siga nomás”.